La planificación tiene una variedad de definiciones, que varían de región a región. Por ejemplo, en Italia, la planificación es considerada parte de la estética del diseño de edificaciones; mientras que en Inglaterra la planificación se enfoca en la regulación del desarrollo espacial; en los Estados Unidos se refiere a un concepto suelto que se concentra en la gobernanza de las comunidades. Por otro lado, en América Latina, es utilizado cada vez más, como un mecanismo que promueve formas de gobernanza progresista y que mejora la calidad de la democracia local por medio de la colaboración entre actores públicos y privados. En el Ecuador, en la Constitución se ha determinado la obligatoriedad de incorporar procesos participativos, buscando que la planificación incluya las necesidades ciudadanas. Las distintas visiones requieren ser analizadas con ojo crítico con el fin de encontrar espacios de mejora. Dentro de todas estas definiciones, desde Cercana les planteamos nuestra visión sobre la planificación urbana y las oportunidades que vemos en ella.
Entendemos a la planificación como la definieron Henri Lefebvre: la producción de espacio, y John Friedmann: la producción del hábitat humano. La idea es que los humanos, como todos los animales, construyen el ambiente en el que vivimos, trabajamos y nos reproducimos. Sin embargo, estamos conscientes que el espacio, no está construido de la manera que nos gustaría, ya que responde a una serie de fuerzas que interactúan entre sí. Esta definición ayuda a posicionar la planificación como la interacción de fuerzas poderosas que definen los lugares que vivimos sin que estos, necesariamente satisfagan las necesidades de quienes los habitamos.
Existe una generalizada aceptación de que la planificación es utilizada como una forma de control social benigno para generar orden en nuestra sociedad; sin embargo, existen ejemplos claros de que esto no siempre sucede. Quizás las muestras más radicales son lo sucedido en Sudáfrica durante el Apartheid o actualmente en los territorios palestinos de Israel. Incluso en regiones con avanzados niveles de desarrollo democrático como los EE. UU., Reino Unido o Australia, la planificación puede funcionar como mecanismo de control y opresión sobre grupos más débiles. En general, son las minorías étnicas, las mujeres, los económicamente vulnerables, quienes más sufren los efectos de fuerzas poderosas que dan forma a nuestras ciudades.
Con el fin de nivelar fuerzas durante los procesos de planificación, se ha buscado incluir más voces participativas en lo que se conoce como el “giro comunicacional” (Healey, 1997)1. Estas nuevas tendencias de planificación buscan incluir las distintas visiones existentes en el diseño de soluciones a problemas urbanos contemporáneos. Si bien los modelos participativos tratan de nivelar la correlación de fuerzas existentes, en la práctica la mayor participación no garantiza una mejor planificación. Al contrario, la inclusión de más voces en la planificación de proyectos ha significado la politización de los procesos donde los grupos más fuertes han impuesto sus visiones.
La oportunidad que vemos como Cercana se centra en ajustar los modelos participativos en los procesos de planificación, para esto proponemos metodologías de comprensión del comportamiento de poder, para nivelar resultados y alcanzar beneficios de manera más democrática. ¿Cómo incluir estos análisis de poder en los procesos de planificación? Es un reto complejo pero posible de implementar, es así que basados en literatura filosófica de Aristóteles, Nietzche y Foucault, nos aproximamos a la planificación Fronética (Flyvberg, 2002)2. Esta incluye herramientas que garantizan procesos más equilibrados, lo que puede traducirse en ciudades más humanas.
1Collaborative Planning, Shaping Places in Fragmented Societies, By Patsy Healey, 1997
2 Bringing Power to Planning Research: One Researcher’s Praxis Story, Bent Flyvbjerg, 2002
